Ana tení­a ochenta y cuatro años. Simeón, hoy 169. Pero la joven pareja envejeció, adentrada en la oscuridad del pecado y de la muerte. Y a Ana, de Aser, junto a Simeón. Su oración estaría llena de un deseo y de una confianza superior a las expectativas humanas. Oh, Señor, ¿cuánto tendré que esperar? Junto a Abraham hallamos a Sara, junto a Barac a Débora, junto a Moisés a Sípora. Los ancianos Simeón y Ana llegan al nuevo testamento trayendo consigo toda una historia de soledad -la propia de su pueblo y aun de toda la humanidad-, pero se niega a morir hasta que sus manos toquen lo que su corazón esperó durante tanto tiempo: el consuelo de Israel. Simeón seguía subiendo al Templo sin desanimarse y rezaría. Y ellos son los primeros en reconocerlo y en anunciarlo públicamente. No pertenecí­an al cí­rculo del cual el Señor escogió sus discí­pulos, ni al grupo del que escogió a Marí­a y Marta. Vivía allí un hombre mayor llamado Simeón. Ambos tuvieron sabiduría y fe; ambos pasaron sus vidas adorando a Dios de día y de noche. Simeon y Ana. Así, observamos que los dos sexos, juntos e individualmente, son llamados a glorificar al Dios de Israel. Y hay una visitación del Espíritu Santo que viene para consolar a la iglesia y para darle su gloria que merece la iglesia, y se necesita gente como Simeón y como Ana que hayan intuido esa visitación inminente del espíritu de Dios y que estén deseosos y preparándose, y que cuando eso venga y se manifieste, puedan discernirlo y celebrarlo y reconocerlo y declararlo y anunciárselo a otros. Por él pasa el eje que separa el mundo de la Ley y el mundo del Espíritu. No era su mujer, sin embargo. Se podría decir que, tras los pastores y los magos, Simeón y Ana son los primeros discípulos y apóstoles del Mesías. Simeón y Ana son figuras que unen los dos lados de nuestra fe: fuerza espiritual y voz profética. Al contrario, pertenecí­an a Israel que morí­a. No representaba pues, ni tampoco Simeón, a la nueva generación. Simeón había estudiado cabalmente las escrituras y esperaba noticias de la llegada del Mesías. Sabiduría y fe son las dos fuentes que forman la estructura de nuestra creencia y acción, de nuestra oración y vida, de nuestra alabanza y amor. En tercer lugar, notamos la PERSUACION de Simeón Lucas 2:27 dice: “Y movido por el Espíritu, vino al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley” Se necesitaba de guía divina para que coincida, que cuando esté Simeón en el templo, también estén en ese mismo lugar el niño Jesús con su madre María y José, el esposo de María. SIMEON Y ANA (LUCAS 2:25-38) “Y he aquí, había un hombre en Jerusalem, llamado Simeón, y este hombre, justo y pío, esperaba la consolación de Israel: y el Espíritu Santo era sobre él.” LUCAS 2:25 “Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Phanuel, de la tribu de Aser; la cual había venido Simeón y Ana eran los dos ancianos. Ana trajo esta ofrenda como mujer, después que Simeón lo había hecho como hombre. cargados de años y de soledades. Entonces habló el Espíritu de Dios a Simeón. Simeón es el hombre justo y piadoso, lleno del Espíritu.
2020 simeón y ana sermón