El hombre levantó la vista y la miró con una compasión infinita antes de volverse de la hierba recién sembrada hacia las cruces negras y desnudas. Hay muchos niños que se mueren de pequeños, y eso es lo que voy a hacer yo. y no pasa na, Este poema da fé, de tu sensibilidad hacia las cosas y las personas... ¡Y cuando me haya muerto te haré todavía más daño! Bueno, no quiero preocuparla más. La agonía de que la despertaran a una especie de segunda vida llevó a Helen a cruzar el Canal de la Mancha, donde, en un nuevo mundo de títulos abreviados, se enteró de que a Hagenzeele-Tres se podía llegar cómodamente en un tren de la tarde que enlazaba con el transbordador de la mañana, y de que había un hotelito agradable a menos de tres kilómetros del propio Hagenzeele, donde se podía pasar una noche con toda comodidad y ver a la mañana siguiente la tumba del caído. Helen hizo, escribió y firmó todo lo que le sugirieron o le pusieron delante de los ojos. Al cabo de un rato, Helen se encontró bajando las persianas de la casa una tras otra y diciéndole a cada ventana: -Cuando dicen que ha desaparecido significa siempre que ha muerto. Con la calor desvarío, y me llega el mal humor, Deja que yo te siga, regando con mi sudor. -Bueno, pues ya no volvemos a hablar del asunto si te hace llorar. Entré a leer por el título y no me equivoqué. Un jefe de unidad avisado averiguó que el batallón estaba bien entrenado en la forma de proteger sus flancos y de atrincherarse, y se lo robó a la División a la que pertenecía, so pretexto de ayudar a poner líneas telegráficas, y lo utilizó en general en la zona de Ypres. -No me creo ni una palabra -dijo animadamente al final-. desde España un saludo a la bella Argentina Los fragmentos que he seleccionado corresponden a la edición de El jardinero publicada por la editorial Poesía … Ya sabes lo que dice K. -Sí, pero el lunes pasado me dijo mi banquero que era imposible que durase hasta después de Navidad. Pero él no se merece eso. Después ocupó su lugar en la lúgubre procesión que había de pasar por una serie de emociones estériles. Para que el mundo se llene, con tu fragancia de Amor. -Claro que sí. -Porque estoy tan harta de mentir. Cuando no estoy mintiendo, tengo que estar fingiendo, y siempre tengo que inventarme algo, siempre. -Perdone mi bella flor, por todo el atrevimiento. Sí, juro que son encargos. -Quizá sea mejor -respondió ésta-. Todo el día  estás plantada, sólo quieres alardear. Adelante hay que propagarlo. Junto a una línea de losas había arrodillado un hombre, evidentemente un jardinero, porque estaba afirmando un esqueje en la tierra blanda. Responder con cariño cuando rezongamos alivia nuestro malhumor. Con el tiempo, Michael fue creándose sus propios intereses, que fueron apareciendo y desapareciendo sucesivamente, pero su interés por Helen era constante y cada vez mayor. Deja que yo te siga, regando con mi sudor ¿No le gustan mis colores? -Sí, gracias -dijo Helen, y salió corriendo antes de que la mujer de la cama turca empezara a sollozar de nuevo. ¡Ah! Para mí era todo lo que no tenía que haber sido… lo único verdadero… lo único importante que me había pasado en la vida, y tenía que hacer como que no era nada. Siguió adelante, hacia su izquierda, después a la derecha, desesperada, preguntándose cómo podría orientarse hacia la suya. ¿Me comprende? Emma dice que nunca se sabe -Michael había estado hablando con la anciana y fea criada de Helen-. Gracias a sus atenciones, ahora me siento mejor. Por fortuna, los padres de George ya habían muerto, y aunque Helen, que tenía treinta y cinco años y poseía medios propios, se podía haber lavado las manos de todo aquel lamentable asunto, se comportó noblemente y aceptó la responsabilidad de hacerse cargo, pese a que ella misma, en aquella época, estaba delicada de los pulmones, por lo que había tenido que irse a pasar una temporada al sur de Francia. En realidad se llamaba Anderson, pero como era de una familia respetable se había alistado, naturalmente, con el nombre de Smith, y había muerto en Dickiebush, a principios de 1915. Pero no te preocupes, tía. Se llevó las manos juntas casi a la altura de la boca y luego las bajó de repente, todavía juntas, lo más abajo posible, por debajo de la cintura. Dime qué trabajo ordenas al último de tus servidores. entonces gracias a usted me acrde de hacer un poema asi El proyectil siguiente hizo saltar lo que hasta entonces habían sido los cimientos de la pared de un establo, y sepultó el cadáver con tal precisión que nadie salvo un experto hubiera podido decir que había pasado algo desagradable. Helen subió unos escalones hechos de tierra batida con superficie de madera y se encontró de golpe frente a miles de tumbas. Cuando por fin comprendió que aquello era que se estaba empezando a consolar, el armisticio con todos sus repiques de campanas le pasó por encima y no se enteró. amigo arnaiz. -Venga conmigo -dijo-, y le enseñaré dónde está su hijo. No tenía el número de su chapa de identidad ni sabía cuál de sus dos nombres de pila podía haber utilizado como alias, pero a ella le habían dado en la Agencia Cook un billete de turista que caducaba al final de Semana Santa y, si no encontraba a su hijo antes, podía volverse loca. Para empezar, Guillermo el Conquistador y… bueno, montones más, y a todos les fue estupendo. Su dirección de correo no va a estar publicada. Y, claro, no debería haberlo sido. ¡Te haré daño toda mi vida! Usted… usted sabe lo de esas tumbas mías que le estaba hablando abajo, ¿no? Vio que a lo lejos el hombre se inclinaba sobre sus plantas nuevas y se fue convencida de que era el jardinero. -¿Por qué se lo has dicho? Michael guardó fielmente el secreto, pero Helen, como de costumbre, se lo contó a sus amigos, y cuando Michael se enteró se puso furioso. He leído muchas cosas de gente como yo en la historia de Inglaterra y en las cosas de Shakespeare. Junto a una línea de losas había arrodillado un hombre, evidentemente un jardinero, porque estaba afirmando un esqueje en la tierra blanda. Es un placer leerte. un abrazo, Me encantó el diálogo entre la flor y el jardinero, me gustó tu poema Ya tengo dos o tres que ver en la Fábrica de Azúcar, y muchos más en los cementerios de la zona. El pastor protestante, naturalmente, predicó la esperanza y profetizó que muy pronto llegarían noticias de algún campo de prisioneros. Por eso… por eso… tenía que decírselo a usted. -Un sobrino -dijo Helen-. -A propósito -dijo la autoridad-, usted sabe dónde está su tumba, evidentemente. -Seis años y cuatro meses antes y dos y tres cuartos después. No sabía que en Hagenzeele-Tres ya había 21,000 muertos. Por motivos financieros. Saludos, un saludo, Muy bueno Saby, con gentil gracia la flor le quito el malhumor al jardinero. Un gran abrazo, gracias Winda un placer que me llena,perdon que hoy no pudiera comentar yo por razones de tiempo El té que se tomó en una estructura de madera a rayas malvas y azules, llena hasta los topes y con una fachada falsa, le hizo sentirse todavía más sumida en una pesadilla. No puedo aguantar más. Me has hecho daño y ahora te lo quiero hacer yo. Era un viejo jardinero que cuidaba con esmero del vergel, y era la rosa un tesoro de más quilates que el oro para él. No le interesaba para nada ninguna de las consecuencias de la guerra, ni nacionales ni personales; sin embargo, sintiéndose inmensamente distante, participó en varios comités de socorro y expresó opiniones muy firmes -porque podía escucharse mientras hablaba- acerca del lugar del monumento a los caídos del pueblo que éste proyectaba construir. En unos años Michael pasó a formar parte del pueblo, tan aceptado por todos como siempre lo había sido Helen: intrépido, filosófico y bastante guapo. HERMOSO POEMA AMIGO QUE BELLA FORMA DE ESCRIBIR ME HA GUSTADO MUCHO LEERTE GRACIAS POR COMPARTIR, garacia a ti mi amigo -Gracias a Dios yo me moriré mucho antes que tú, cariño. me gusta que te guste ¿Por qué vienes tan tarde? Pero lo quería mucho. Mi sistema es agruparlas y ordenarlas, ¿sabe? Pero ahora ya han puesto cuartos de baño en el antiguo Lion d’Or, el hotel que está al oeste de la Fábrica de Azúcar, y por suerte también se lleva una buena parte de la clientela. ¿Ni mi perfumado  olor? Y nunca lo volvió a mencionar por su propia voluntad, pero dos años después, cuando contrajo las anginas durante las vacaciones, y le subió la temperatura hasta los 40 grados, no habló de otra cosa hasta que la voz de Helen logró traspasar el delirio, con la seguridad de que nada en el mundo podía hacer que cambiaran las cosas entre ellos. En el pueblo todos sabían que Helen Turrell cumplía sus obligaciones con todo el mundo, y con nadie de forma más perfecta que con el pobre hijo de su único hermano. Para que el mundo se llene, con tu fragancia de Amor. http://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-172818, muchas gracias por visitarme para mi un placer que le guste Yo sólo puedo decirle que he aspirado el perfume de la flor que en su verso me dejó. Resultó ser un bloque de 200 ó 300 tumbas que ya tenían su losa definitiva, en torno a las cuales se habían plantado flores, y cuya hierba recién sembrada estaba muy verde. Tengo que contárselo a alguien. Helen fue hacia él, con el papelito en la mano. No por mí. La señora Scarsworth había retrocedido hacia la puerta cerrada y estaba haciendo gestos contenidos con la boca. Cancelar la respuesta. Recibe gratis un cuento clásico semanal. Ahora ella estaba inmóvil y el mundo seguía adelante, pero no le importaba: no le afectaba en ningún sentido. De hecho, lo que Michael reproducía con más fidelidad era la frente, amplia, despejada y bonita de los Turrell. Pero lo era. Helen se lo agradeció, pero cuando llegaron al hotel, la señora Scarsworth (ya se habían comunicado sus nombres) insistió en cenar a la misma mesa que ella, y después de la cena, en un saloncito horroroso lleno de parientes que hablaban en voz baja, le contó a Helen sus «encargos», con las biografías de los muertos, cuando las sabía, y descripciones de sus parientes más cercanos. Bueno, entonces quizá no… Pero no importa. Cuando la jefa de correos entregó a su hija de siete años el telegrama oficial que debía llevar a la señorita Turrell, observó al jardinero del pastor protestante: -Le ha tocado a la señorita Helen, esta vez. jajaja muchas gracias mi amiga yolanda,al final los jardineros no somos tan malos. Un gran abrazo sonriente. Casa digital del escritor Luis López Nieves, Suscríbete a NotiCuento ¿Está usted segura de que sabe el número de su tumba? Te he dado mi palabra de honor, y la repito, de que… que… no pasa nada. Michael había muerto, y su propio mundo se había detenido, y ella se había parado con él. -Claro. Helen la soportó hasta casi las nueve y media, antes de huir a su habitación. -preguntó Helen desesperada. Supongo -respondió Helen, temblando al entrar en el trenecillo. Le aseguro que alivia mucho a la gente. Después le llegó, como pariente más próxima, una comunicación oficial -que respaldaban una carta dirigida a ella en tinta indeleble, una chapa de identidad plateada y un reloj- en la que se le notificaba que se había encontrado el cadáver del teniente Michael Turrell y que, tras ser identificado, se le había vuelto a enterrar en el Tercer Cementerio Militar de Hagenzeele, con indicación de la letra de la fila y el número de la tumba. para mi ¿Quién era el suyo? Para entonces el pueblo ya tenía mucha experiencia de la guerra y, en plan típicamente inglés, había ido elaborando un ritual para adaptarse a ella. un beso para ti, gracias Alejandra tu siempre tan atenta con tus comentarios, Muy lejos de ella había una línea blanca. Usted… usted no está casada, ¿verdad? que se sobrepuso a su malestar para disfrutar y contribuir a que lo que le rodea sea cada dia más bello. Feliz y fresco día. -Yo soy nueva aquí. me gustó mucho. Pero, el mismo día en que Michael iba a pasar con Helen cuatro horas enteras en una encrucijada ferroviaria más al norte, lanzaron al batallón al combate a raíz de la matanza de Loos y no tuvo tiempo más que para enviarle un telegrama de despedida. A los seis años quiso saber por qué no podía llamarle «mamá», igual que hacían todos los niños con sus madres. Y éstos pronto le explicaron, y le aclararon con horarios transparentes, lo fácil que era y lo poco que perturbaría su vida el ir a ver la tumba de su propio pariente. un abrazo, Prefiero mil veces al jardinero que a la flor. A la orilla de la fuente un caballero pasó, y la rosa dulcemente de su tallo separó. -¿No me irás a decir que te has seguido creyendo aquella vieja historia todo este tiempo? Usted no sabe lo que es eso. -Bah, a mí no me preocupa eso. Recibe gratis un poema clásico semanal por correo electrónico. De manera que ahora Helen se vio empujada a otro proceso de la transformación: a un mundo lleno de parientes contentos o destrozados, seguros ya de que existía un altar en la tierra en el que podían consagrar su cariño. El jardinero Rabindranath Tagore 1 El servidor: —¡Oh, Reina, ten piedad de tu servidor! Siempre he sido una mentirosa, hasta de pequeña. La Reina: —Terminó ya la asamblea, y todos mis servidores se han ido. ¡Entonces verás! Leer más sobre: Marisa Alonso Santamaria (322) poemas clásicos (66) Por favor, déjenos un comentario. El batallón de Michael tuvo buena suerte porque, por una casualidad que supuso varios «permisos», fue destinado a la defensa costera en trincheras bajas de la costa de Norfolk; de ahí lo enviaron al norte a vigilar un estuario escocés, y por último lo retuvieron varias semanas con rumores infundados de un servicio en algún lugar apartado. -Porque lo mejor es decir siempre la verdad -respondió Helen, que lo tenía abrazado mientras él pataleaba en la cuna. Allí pudo ver letras bien grabadas al final de las filas y al consultar su papelito vio que no era allí donde tenía que buscar. Helen no supo qué decir y la otra mujer se marchó, pero Helen tardó mucho tiempo en dormirse. abrazos, estupenda fábula con una gran enseñanza amigo, muy buena tu incursión en ese estilo, sigue adelante me ha gustado mucho, bravo por el jardinero!! El maestro jardinero es un poema infantil corto enviado por Marisa Alonso Santamaría para publicar en EnCuentos. Una bella fábula con una gran moraleja de fondo... Todo un placer querido poeta, tus poemas me parecen geniales. un abrazo. Con la calor desvarío, y me llega el mal humor, -No es lo mismo -como dijo la mujer del pastor protestante- que si lo hubieran matado en Mesopotamia, o incluso en Gallípoli. Lo destacaron cerca del Saliente, donde llevó una vida meritoria y sin complicaciones, mientras se preparaba la batalla del Somme, y disfrutó de la paz de los sectores de Armentieres y de Laventie cuando empezó aquella batalla. Y  vienes por tu salario, que yo confundí con amor. -Esto pasa muy a menudo -dijo la mujer del oficial, aflojando el corsé de la desmayada-. buen fin de semana de pachanga. Se me olvidaba preguntarle. Autor: Poethas (Offline) Publicado: 21 de julio de 2012 a las 02:03 Comentario del autor sobre el poema: Los hermanos Álvarez Quintero, Serafín (1871-1938) y Joaquín (1873-1944), fueron dos importantes comediógrafos españoles que en poco tiempo se volvieron sumamente populares e incluso atravesaron las fronteras nacionales. Todos los del pueblo sabían, también, que George Turrell había dado muchos disgustos a su familia desde su adolescencia, y a nadie le sorprendió enterarse de que, tras recibir múltiples oportunidades y desperdiciarlas todas, George, inspector de la policía de la India, se había enredado con la hija de un suboficial retirado y había muerto al caerse de un caballo unas semanas antes de que naciera su hijo. -No se enoje caballero, y  ajústese bien el sombrero, Pues  sólo quería agradecer, los cuidados y la atención. Quiero decirle la verdad a alguien antes de ir. La boca la tenía algo mejor trazada que el tipo familiar. -Ojalá tenga razón. -Dentro de un minuto -dijo-. A fines de agosto estaba a punto de sumarse al primer holocausto de muchachos de los internados privados que se lanzaron a la primera línea del combate, pero el capitán de su compañía de milicias estudiantiles, en la que era sargento desde hacía casi un año, lo persuadió y lo convenció para que optara a un despacho de oficial en un batallón de formación tan reciente que la mitad de sus efectivos seguía llevando la guerrera roja, del antiguo ejército, y la otra mitad estaba incubando la meningitis debido al hacinamiento en tiendas de campaña húmedas. Los cursos en su internado y las maravillosas vacaciones de Navidades, Semana Santa y verano se sucedieron como una sarta de joyas variadas y preciosas, y como tales joyas las atesoraba Helen. no hay quien se resista a tal belleza El poeta, en el último poema de El jardinero nos hace una pregunta y nos deja un regalo. -No, y además -y Helen sintió que se ponía tenso-, además, ahora que lo has dicho ya no te voy a llamar «mamá» nunca, ni siquiera al acostarme. que florido poema y sin pasa na, muchas gracias mi amigo de buena tinta se que tu tambien sabes hacerlo gracias segunda Alegandra,`por tus palabras tan agradables -Bueno, yo no… No he querido pensar mucho en ese tipo de cosas -dijo Helen casi levantando las manos para rechazar a la mujer. Y cuando ya tengo suficientes encargos de una zona para que merezca la pena, doy el salto y vengo. Es usted todo un caballero, digno de admiración. Casi inmediatamente después sonó una llamada a la puerta y entró la señora Scarsworth, con la horrorosa lista en las manos. un abrazo. Eso es lo más importante. Aquí mismo llevo por lo menos 10 ó 15 encargos -y volvió a golpear la Kodak-. Información del poema. Su comentario. Está justo al sur de Hagenzeele-Tres. ¿Tú  crees que yo vendría, si no fuera por el jornal? Un mes después, y cuando Michael acababa de escribir a Helen que no pasaba nada especial y por lo tanto no había que preocuparse, un pedazo de metralla que cayó en una mañana de lluvia lo mató instantáneamente. Helen se adelantó, le tomó las manos, inclinó la cabeza ante ellas y murmuró: La señora Scarsworth dio un paso atrás, pálida. Atacó a Helen con el tema, y derribó sus defensas titubeantes con la franqueza de la familia. Helen dio un respingo y fue hacia la puerta, pero los llantos de «¡mamá, mamá!» le hicieron volver y los dos lloraron juntos. -¡No me importa! En su momento, cuando todas las organizaciones contestaron diciendo que lamentaban profunda o sinceramente no poder hallar, etc., algo en su fuero interno cedió y todos sus sentimientos -salvo el de agradecimiento por esta liberación- acabaron en una bendita pasividad. Una tumba se me dio, una guardia hasta el Día del Juicio; y Dios miró desde el cielo y la losa me quitó. El Jardinero es un poemario elaborado por Rabindranath Tagore que trata temáticas relacionadas con la vida de las personas y es lo que los convierte en verdaderas obras de arte. Para que el mundo se llene, con tu fragancia de Amor. Pagó su cuenta junto a una inglesa robusta de facciones vulgares que, al oír que preguntaba el horario del tren a Hagenzeele, se ofreció a acompañarla. Ella se lo devolvía con todo el afecto del que era capaz, con sus consejos y con su dinero, y como Michael no era ningún tonto, la guerra se lo llevó justo antes de lo que prometía ser una brillante carrera. Abrazos, pues se Nuria, -Buenos días mi señor, siempre  atento a mis cuidados, Con tu azadón quitas las hierbas, que crecen  alrededor. -No caerá esa breva. Por eso. Lo es. -Sí, gracias -dijo Helen, y mostró la fila y el número escritos en la máquina de escribir portátil del propio Michael. ¿Es que tienes miedo de que acabe demasiado pronto? Helen fue hacia él, con el papelito en la mano. A lo que me refería era a que de haberme alistado ya habría entrado en faena… Igual que mi abuelo. Y él replicó, pensando en su propio hijo: La niña llegó a la puerta principal toda llorosa, porque el señorito Michael siempre le daba caramelos. -preguntó al final de la rabieta. -¡Claro! A la mañana siguiente la señora Scarsworth se marchó muy de mañana a hacer su ronda de encargos y Helen se fue sola a pie a Hagenzeele-Tres. Qué suerte encontrar asientos junto a las ventanillas, ¿verdad? A Helen le había estremecido la idea de que se alistara directamente. Pero Helen, que no quería reconocer nada por el lado de la madre, juraba que era un Turrell perfecto, y como no había nadie que se lo discutiera, la cuestión del parecido quedó zanjada para siempre. Todos esos detalles eran del dominio público, pues Helen era de carácter muy abierto y mantenía que lo único que se lograba con silenciar un escándalo era darle mayores proporciones. -¡Ja! me enorgullece el corazon Está usted harta de mí, pero quiero contarle una cosa. -Pero es la costumbre de la familia -había reído Michael. Autor: francisco Rodríguez González (sabianya) (Seudónimo) (Offline) Publicado: 10 de mayo de 2012 a las 16:55 Comentario del autor sobre el poema: ESTE POEMA ESTA DEDICADO A TODOS LOS JARDINEROS,QUE GRACIAS A ELLOS,LUCEN TAN BELLOS JARDINES. -Bueno, pero cuando la verdad es algo feo no me parece bien. Es la primera vez que vengo. muchas gracias amiga,un placer su visita,me alegra que le guste -¡Calla engreída flor!, hoy hace un calor de perros. En lugar de entradas había pasos por encima de una zanja honda que circundaba el muro limítrofe sin acabar. Nada indicaba hasta entonces, decía la propia Helen, que ella fuera muy aficionada a los niños, pero pese a todos los defectos de George siempre lo había querido mucho, y señalaba que Michael tenía exactamente la misma boca que George, lo cual ya era un buen punto de partida. Todo esto se lo comunicó una autoridad central que vivía en una chabola de tablas y cartón en las afueras de una ciudad destruida, llena de polvareda de cal y de papeles agitados por el viento. Cuando Helen se marchó del cementerio se volvió a echar una última mirada. En octubre tenía que haber ido a Oxford con una beca. Él se levantó al verla y, ... Recibe gratis un poema clásico semanal por correo electrónico. Desde entonces he venido a verle ocho veces. El oficial hubiera podido comprobarlo en uno de sus múltiples libros, pero se interpuso entre ellos una mujerona de Lancashire pidiéndole que le dijera dónde estaba su hijo, que había sido cabo del Cuerpo de Transmisiones. Para colmo la manguera pesa más que un quintal. Pero es que hay una… y para mí era lo más importante del mundo. -Pero ¿no te parece una crueldad? En el poema 6 de El Jardinero se narra la historia de dos aves que desean estar juntas, cada una en su espacio, sin animarse a cambiar, a dejar atrás aquello que las limita sin entenderlo, a avanzar, y que, a … -Sí… sí…, ya lo sé -comenzó-. A veces me pregunto si sienten algo después de la muerte. Otras personas le aconsejaron que se pusiera en contacto con secretarios infalibles de organizaciones que podían comunicarse con neutrales benévolos y podían extraer información incluso de los comandantes más reservados de los hunos.
2020 poema el jardinero